Ponencia: EDUCACION, INTERCULTURALIDAD Y PLURALISMO RELIGIOSO – Nelson Jordán Bazán – 4.8.2017

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La cuestión religiosa en educación no es un problema nuevo, ha estado presente desde los inicios de la República. Lo nuevo es el panorama religioso en Bolivia, que sí ha cambiado dramáticamente en los últimos años, sobre todo las últimas tres décadas. Y cobra particular importancia cuando nos encontramos viviendo los primeros años de la implementación de un Estado Laico, emergente de la aplicación progresiva de la nueva Constitución plurinacional aprobada en el 2009.

En el presente trabajo vamos a explorar esta cuestión primero, desde la historia de la relación entre religión y educación. Después, desde el panorama religioso actual boliviano, y desde los paradigmas analíticos de la interculturalidad, el pluralismo y el ecumenismo, para plantear algunas propuestas de abordaje desde la práctica educativa.

  1. Algunos apuntes históricos sobre religión y educación.

Bolivia nace a la vida independiente hace casi 200 años bajo la sombra de la relación institucional de Patronato Indiano, que regía las relaciones entre el Imperio español y la Iglesia Católica, que tenía exclusividad explícita de presencia y práctica religiosa en los territorios coloniales.

Por tanto, tras la independencia los líderes libertadores, pretenden restar poder a la Iglesia y someter lo que queda de ella al poder político. El Mariscal Antonio José de Sucre, a la sazón primer gobernante efectivo de la novel república, aplicó duras medidas anticlericales, similares a las de Rivadavia en Argentina: confiscó tierras de conventos y parroquias, clausuró aquellos conventos con menos de 16 frailes (o los obligó a unificarse, quedando sólo seis de ellos en todo el país), cerró noviciados, despenalizó la secularización de los clérigos,  y convirtió en cuarteles o escuelas varias edificaciones eclesiásticas, muchas de las cuales nunca fueron devueltas (Jordán, 2009: 239).

Resultado de todo ello fue que durante el año 1826 los conventos suprimidos y cuyos bienes fueron confiscados, fueron veinticinco. De los religiosos existentes, un 30 %[1] se acogieron al decreto de secularización, muchos de ellos fueron asignados por los gobernadores eclesiásticos como capellanes o coadjutores de párrocos. Todo esto contando que buena parte de la Asamblea deliberante de 1825 la componían clérigos.

Si bien la iglesia quedó debilitada tanto en lo institucional como en lo económico y en su personal activo disponible, mantuvo buena parte de la responsabilidad en acciones de educación formal, tanto en ciudades como en zonas rurales.

Durante el gobierno del Mariscal Andrés de Santa Cruz (1829-39) se van a suavizar las relaciones entre Iglesia y Estado, pero a pesar de sus esfuerzos e intentos no logra restablecer relaciones diplomáticas con Roma (lo que dificultaba el nombramiento de nuevas autoridades eclesiásticas legítimas, o la llegada de nuevos misioneros al país). Sin embargo, toma varias iniciativas que favorecieron un reinvento y nuevos impulsos a la actividad misional y religiosa en Bolivia. Cabe destacar la aprobación de un Reglamento de Misiones, y el envío del  padre Andrés Herrero ofm a Europa para reclutar misioneros y recursos para los Colegios de Propaganda Fide que había en Bolivia desde antes de la independencia.

En la práctica, esta última medida, más otras que se continuarán en los gobiernos de Ballivian, Velasco y Belzu que impulsan la actividad misionera, significarán en los hechos que las misiones franciscanas serán la única presencia estatal en extensos territorios bolivianos de sus tierras bajas entre indígenas hasta entonces considerados “salvajes”, sobre todo en la  segunda mitad del siglo XIX. Esto quiere decir, en lo que se refiere al Oriente Boliviano, que la actividad educativa entre indígenas era obra prácticamente exclusiva de misioneros religiosos, que consideraban la tarea educativa, civilizadora  como se la llamaba, inseparable de la misión evangelizadora y un requisito indispensable para su realización.

Las élites políticas del siglo XIX, todas, trataron de preservar el dominio del poder civil sobre el eclesiástico. Sin embargo, aunque parezca contradictorio, en lo que se refiere a la actividad misionera de los franciscanos, se les fue confiriendo amplia libertad de acción sobre los pueblos bárbaros e incivilizados, que incluía cuestiones políticas, económicas y administrativas.  Así se operó en las misiones de Guarayos, Parapetí, Pilcomayo, Yuracarés, Apolobamba, Cuevo y otras entre los Chiriguanos. (Jordán, 2012: 243)

¿Cómo se explica esta contradicción? Los gobiernos bolivianos, con dificultad para resguardar y mantener las débiles fronteras orientales frente a los países limítrofes, estaban también limitados del cuidado de la frontera interior. Los misioneros podían, y de hecho lo hicieron, cumplir el objetivo de convertir, reducir, civilizar y transformar al indio en ciudadano útil a la colectividad.[2]

Por otra parte, a partir de la Guerra del Pacífico, durante la hegemonía de los conservadores (1880-1898) la relación entre Iglesia y Estado fue bastante fluida y colaborativa. En este periodo se destaca específicamente la llegada de nuevas congregaciones religiosas de carisma educativo: Hijas de Santa Ana, Hermanos de La Salle, Salesianos, retornan los jesuitas, que darán renovados bríos al precario sistema escolar existente, y a quienes el Gobierno les confía importantes centros educativos en las principales ciudades capitales.

Tras la Guerra Federal y la llegada de los liberales al poder (1900- 1920), de inmediato se retoman otras medidas anticlericales: la primera consiste en que se obliga a todas las instituciones educativas (exceptuando las que imparten la carrera de Teología en los Seminarios),  a someterse a un programa educativo único y nacional. (Enero 1900)[3]

Otras medidas como la declaratoria de la Libertad de cultos (1906), la laicización de los cementerios, la administración secular de los conventos y la supresión del presupuesto de culto, iban a aumentar la presión anticlerical del periodo. Paradójicamente en otros ámbitos como en la política agraria, y el tema de las misiones en las tierras bajas arriba mencionado, los liberales van a mantener colaboración y autonomía de la administración de los territorios de misión: el Gobierno reconoce su incapacidad de asumir la tarea civilizadora y educadora de los pueblos indígenas y sigue confiando en la capacidad de los misioneros. Ninguna misión es secularizada ni intervenida durante este periodo.

Sin embargo, y a raíz de la declaratoria de la libertad de cultos, el panorama religioso va a empezar a cambiar en Bolivia: con el cambio de siglo empiezan a llegar misioneros de varias confesiones cristianas no católicas, entre ellas Hermanos Libres (Cuáqueros), Adventistas, Bautistas Canadienses, Metodistas, Bolivian Indian Mission (después Unión Cristiana Evangélica) y otros más adelante. Varios de estos grupos empiezan a comprometerse de entrada en actividades educativas, fundando y regentando escuelas, colegios, institutos, tanto en las ciudades como también en zonas rurales del altiplano. Sus actividades en tierras bajas serán más tardías, y de la mano de otros grupos como la Misión Nuevas Tribus, el Instituto Lingüístico de Verano (ILV), y la Misión Sueca. (Jordán, 2003: 220-225)[4]

Algunos de estos grupos hicieron especial énfasis en hacer innovaciones en la propuesta educativa, sobre todo dirigida inicialmente a los hijos de las élites liberales: enseñanza del inglés, deportes norteamericanos como el Basquet y Volleyball, rituales estilo americano, etc. También los habrá que de manera pionera trabajen en educación indigenal, alfabetizando en idioma nativo (quechua y aymara) con el interés básico de la lectura de la Biblia, que pronto será traducida a tales idiomas. (Jordán, 2003: 222)

La revolución nacional del 1952 traerá importantes cambios sociales que inciden muy directamente en la expansión y apertura de estos y otros grupos nuevos que se suman a los ya mencionados. Hay una especie de afinidad alternativa entre los procesos de cambio sociales y culturales, con los cambios religiosos que llegan de la mano de estos grupos:  es la hipótesis central de una investigación histórico sociológica que realicé el año 1999, y publicó la UPSA en el 2003. (ver Bibliografía)

Pero a pesar del carácter revolucionario de la Reforma Educativa de 1955, se mantiene formalmente la materia de Religión, que sigue siendo impartida en las escuelas fiscales desde la confesionalidad católica: con la declaratoria de la Libertad de Cultos no se modificó el carácter oficial de la religión católica del Estado boliviano. Sin embargo, con la masificación de la educación primaria se va a diluir enormemente la posibilidad de sostener la enseñanza religiosa desde las escuelas.

Las instituciones religiosas, católicas y no católicas van a tener durante y tras la Revolución nacional un importante empeño en ampliar su presencia en el ámbito educativo. Nuevas misiones, nuevas congregaciones e innumerables centros educativos confesionales aparecen por doquier: se salta incluso a la educación superior (pe. La Universidad Católica Boliviana, 1966).

Experiencias como las Escuelas de Cristo, y Fe y Alegría lograrán una importantísima presencia en el área educativa, llegando a atender miles y miles de niños y jóvenes bajo la propuesta educativa, con énfasis en las áreas periurbanas y rurales.

Los medios de comunicación, sobre todo la radio, van a ser un soporte de primera línea para apoyar la tarea educativa de las iglesias, experiencia en la que también serán pioneras las instituciones educativas confesionales. (radio Cruz del Sur, Caracollo, IRFA, etc)

Con frecuencia la tarea educativa en los sectores empobrecidos será motivo de persecución de misioneros durante las dictaduras militares, sufriendo prisión, exilios, torturas, apremios y hasta el martirio.

De ahí en más, a partir de los años sesenta, la presencia de grupos no católicos y aún de algunas no cristianas va a ser parte constante y cotidiana de la realidad boliviana en todos los rincones de grandes ciudades, pequeñas poblaciones y ámbitos rurales aún de los más aislados.

Como pequeña conclusión a estos apuntes históricos: Desde los inicios de la colonización en 1532, y hasta el siglo XIX en la época republicana, la religión católica ha tenido presencia monopólica en la sociedad boliviana, constituyéndose en parte fundamental del conjunto de prácticas culturales tanto urbanas como rurales.

La llegada del modelo republicano plantea la aparición de conflictos de índole institucional religiosa, pero el carácter católico de la cultura religiosa dominante permanecerá hasta la llegada del siglo XX, cuando tímidamente primero, y de manera más vigorosa después, llegarán nuevos grupos religiosos al calor de los reajustes legales y nuevos proyectos políticos (como el Liberal o el Nacionalismo Revolucionario). Tendrán un significativo impacto en el area educativa, haciendo que al menos un 25% de la cobertura de matrícula escolar sea confesional, o de convenio con alguna institución religiosa.

  1. Un abordaje socio- antropológico de la religión y la cuestión religiosa

Después de concluir una pequeña aproximación histórica-política a la cuestión religiosa en educación, consideraremos brevemente aspectos antropológicos y sociológicos.

Desde lo sociológico podemos partir de la premisa que la sociedad boliviana actual es plural en cuanto a lo religioso. Se mantiene aún una consistente mayoría católica, calculada en más del 70 % de la población total, que no podrá ser confirmada por el próximo Censo por estar ausente la pregunta respectiva, mientras que el restante 30 % está distribuido entre varias confesiones cristianas no católicas en su mayoría, con un pequeño porcentaje de población no cristiana: judíos, musulmanes, ba’hai, y budistas. El ateísmo no tiene presencia significativa, reduciéndose su presencia a círculos intelectuales de clase media alta.

Desde la sociología también está establecido el debate sobre la pertenencia religiosa: mientras que para un sector la recepción de alguno de los sacramentos se considera válido como argumento para definir pertenencia religiosa, para otros es fundamental una práctica sostenida y comunitaria de los ritos religiosos correspondientes. De tal modo que existe todo un importante porcentaje de población que fluctúa y flota entre diferentes confesiones: ha sido bautizado en una determinada iglesia (más frecuentemente la católica) pero las prácticas religiosas comunitarias se realizan en otra, lo que hace difícil la clasificación dentro de un grupo religioso determinado. O inclusive que se dé una práctica religiosa indistinta en dos o más denominaciones diferentes. Los límites sociológicos se vuelven imprecisos y móviles en este caso.

Por eso a veces conviene distinguir sociológicamente entre práctica y pertenencia religiosa, entendiéndose la primera como las actitudes visibles y constatables de las personas de las actividades religiosas grupales (Milanesi, 1974:158)[5]. Mientras que la pertenencia es más bien un sentimiento subjetivo que involucra la experiencia religiosa en el sentido global, que implica también el reconocimiento de la autoridad y la institución religiosa referida.

No profundizaremos la discusión en este ámbito, que ofrece muy interesantes posibilidades de estudios posteriores, pero nos permite vislumbrar la complejidad del análisis sociológico de la religión.

En el caso boliviano interesa destacar que todavía es notable y evidente el vigor y la vitalidad de las prácticas religiosas públicas. El prestigio de las instituciones religiosas es inusualmente alto comparado con otras sociedades, a pesar de los graves conflictos y escándalos que salen a luz involucrando a personalidades vinculadas a las instituciones religiosas. Sucesivos estudios continúan resaltando a las instituciones religiosas como las más respetadas por la sociedad boliviana, por delante de los medios de comunicación social, y muy por delante de las instituciones políticas, incluido el parlamento.

En resumen, sociológicamente la población boliviana tiene una práctica religiosa alta, pero al mismo tiempo plural: muy diversas confesiones religiosas expresan públicamente su fe, manteniéndose una mayoría relativa de católicos, pero con una persistente tendencia a que vayan cambiando hacia otras confesiones no católicas.

Desde la antropología podemos decir que la religión hace una parte fundamental de las culturas locales: la diversidad cultural en Bolivia queda pálida al confrontarse con la diversidad religiosa. Gran parte de las manifestaciones culturales propias de la población boliviana están profundamente vinculadas a la religión, es más, en el núcleo de las manifestaciones culturales de la gente se pueden detectar innegablemente vínculos religiosos, basta recordar el fastuoso carnaval de Oruro, la fiesta del Gran Poder en La Paz, la de la Virgen de Urkupiña en Cochabamba y la innumerable cantidad de fiestas patronales en las pequeñas poblaciones rurales bolivianas.

Gran parte del patrimonio cultural boliviano, es pues, patrimonio cultural vinculado a la religión.

Desde estas premisas propongo que la cuestión pertinente no es si la religión debe o no seguir presente en los procesos educativos sino más bien, ¿cómo se puede administrar la educación referente a la religión en el contexto de un Estado Laico, en una sociedad profundamente religiosa y plural?

  1. Replanteando paradigmas: de la interculturalidad al pluralismo religioso.

La interculturalidad es paradigma válido como punto de partida para abordar el problema del pluralismo religioso.

La interculturalidad como actitud implica una relación positiva y creativa entre personas y grupos de diferente práctica cultural.[6] Por tanto se trata de una capacidad, una conducta internalizada susceptible de ser aprendida a través de procesos educativos formales.

Se aprende a convivir con personas diferentes, pero el aceptarlas sin ubicarse por encima (o por debajo) de ellas es cuestión de actitud que precisa de medios informales (socialización) y formales (educación).

Siendo la religión, como está infra escrito, un aspecto fundamental de la cultura, la interculturalidad englobaría también la capacidad de aceptar y aprender de  las personas que pertenecen a una tradición religiosa diferente. La realidad de la diversidad religiosa sin embargo nos plantea situaciones cotidianas conflictivas: parejas de religión diferente por ejemplo (con frecuencia se exige si es muy creyente uno de los novios, que el otro u otra abandone su propia tradición como condición para contraer matrimonio formal)

Pero no sólo se presentan conflictos religiosos de índole interpersonal: también los hay a nivel social o grupal, por ejemplo si se trata de rezar en común como parte de una actividad escolar ¿bajo qué formulas se puede rezar en común sin incomodar a los creyentes de otros credos?

Es más, y de eso somos todos testigos recientes, el conflicto religioso puede inclusive llegar a la esfera política, si es que autoridades representativas practican públicamente determinado ritual religioso, o si institucionalmente una iglesia define apoyo (u oposición) a algún proyecto político.

Mayores dificultades enfrenta la sociedad cuando se pretende atribuir responsabilidades históricas a la religión en la opresión a los pueblos, sobre todo pueblos originarios, que mirados sin la correspondiente crítica: se alimentan resentimientos que entorpecen enormemente la posibilidad del diálogo religioso.

Sin embargo, en Bolivia no vivimos un ambiente de abierto enfrentamiento religioso, como ciertamente se han dado en otras latitudes y se continúan realizando: en Palestina, regiones de Africa, Medio Oriente. Lo  que no indica que estemos completamente a salvo de ello, por eso la necesidad de fomentar la actitud intercultural y de pluralismo religioso activo.

El pluralismo religioso implica la capacidad de diálogo: que es básicamente una capacidad humana necesaria en todo tipo de relaciones. El diálogo tiene exigencias y condiciones básicas que es necesario considerar:

  1. El diálogo presupone una apuesta común sobre la capacidad de la persona y de los grupos humanos a tolerar, a abrirse, a cambiar.
  2. En el diálogo con la y el otro expongo mi vulnerabilidad: revelo mi incompletud, mis insuficiencias y mis fallas.
  • Implica un acercamiento sin asimetrías, y de luchar por lograr la simetría: si una de las partes está afectada por la opresión, la relación se ve obstaculizada.
  1. Implica el reconocimiento de las diferencias y la voluntad de luchar en contra de las desigualdades
  2. El diálogo está facilitado cuando sus actores comparten una vivencia común, sea espiritual, religiosa, laboral, etc.
  3. El diálogo no es la negación de las identidades particulares para fundirlas en un molde común: si participo en un culto diferente de manera consciente, no implica negar mi propia identidad religiosa, más bien se ve fortalecida.
  • El diálogo permite lanzar puentes entre la identidad y la alteridad, no es una amenaza a la identidad, se construye siempre frente a otro u otra.
  • El diálogo nunca concluye: es camino y a la vez meta, y está sujeto al riesgo del retroceso. (Preiswerk, 2007: 105-106)[7]

El diálogo interreligioso permite así la convivencia constructiva y pacífica entre personas y grupos de diferente identidad religiosa. Pero no es suficiente.

  1. Del pluralismo al ecumenismo.

Propongo profundizar y aumentar audacia frente a la diversidad religiosa, mi apuesta va por el ecumenismo:

“el ecumenismo es una actitud de apertura en la vida en general y en la vida de fe en particular. Parte del reconocimiento de que las otras tradiciones y las otras sensibilidades que encontramos hoy en la familia cristiana dispersa por el mundo, enriquecen y desafían nuestra manera de creer. El ecumenismo supone por lo tanto la capacidad de escuchar y de dialogar con la y con el otro porque el Dios de Jesucristo no se deja encerrar por ninguna iglesia en particular. La universalidad del Dios de la Vida, del Dios que reivindica  a los excluidos no es patrimonio exclusivo del cristianismo y por ello el ecumenismo apunta también al diálogo interreligioso” (Preiswerk, 7)

El contexto boliviano está todavía signado por la hegemonía de una religión, en medio de una realidad que es cada vez más plural. El pluralismo religioso emerge también nutrido de valores, creencias, mitos que se remontan a la historia más antigua de los pueblos indígenas o afroamericanos. También se deben considerar estas creencias que se encuentran fuertemente reivindicadas en símbolos y prácticas actuales.

Dios es mayor que cualquier  iglesia o grupo religioso en particular. Y reclama la utopía de la unidad, que no se va a dar por la fuerza, ni significa necesariamente uniformidad. El Pueblo de Dios son muchos pueblos, y ninguna iglesia puede arrogarse la exclusividad de ser ese pueblo.

El ecumenismo reclama la presencia activa de todo viviente, por pequeño que parezca. El oprimido, el excluido, las marginadas son primordiales sujetos del proceso ecuménico. No hay límites de identidad religiosa que nos impidan la búsqueda de mejores horizontes, de una nueva sociedad donde todos puedan ser realmente hermanos, sin sujetos de primera y de segunda, la oeikumene es la gran casa común de todos y todas.

El teólogo Hans Küng ha acuñado una fórmula  que se ha vuelto muy conocida:

  • No habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones
  • No habrá paz entre las religiones sin diálogo entre las religiones
  • No habrá diálogo entre las religiones sin unas normas éticas globales,
  • No habrá supervivencia del planeta sin una ética global. (citado en Preiswerk, 113-114)

El ecumenismo no es una alternativa, es el único camino que nos permitirá un futuro duradero entre todos los humanos, acercando a los que están distanciados por los diferentes credos religiosos.

La escuela, la educación  no puede sustraerse a este desafío.

 

BIBLIOGRAFIA

ALBO, Xabier

2003 Una casa común para todos. La Paz, Cipca.

ALBO, Xabier. BARRIOS, Franz

2006 El Estado del Estado. Informe de Desarrollo humano 2006. PNUD. La Paz.

JORDAN, Nelson

2003 Grupos religiosos no católicos en Santa Cruz en la década de los sesenta en Investigaciones históricas sobre el oriente boliviano. UPSA

JORDAN, Nelson

1999 El futuro de la religión. Santa Cruz, Bolivia: Universidad Católica Boliviana

JORDAN, Nelson

2012 Misiones, Iglesia y regionalismo en el Oriente boliviano. En Santa Cruz y sus 200 años de independencia. Historia, procesos y desafíos”. Editorial El País -Pieb, Pp 231- 248.

MARTÍNEZ, Francoise

1999 Los liberales y la Regeneración Educativa. En Coordinadora de Historia, fascículo 12, La Razón

MILANESI, J. Aletti

1974 Psicología de la Religión. Madrid, España: Don Bosco
1974 Sociología de la Religión. Madrid, España: Don Bosco

Preiswerk, Matthias

2007 El Ecumenismo. Teoría, práctica y espiritualidad. La Paz, ISEAT.

 

[1] Just, Estanislao, En Jordán 2012: 240 op.cit.

[2] Zalles, Juan Ma. Memoria de Guerra y Colonización. 1913, La Paz:152. Citado en Jordán, 2012: 244.

[3] Martínez, Francoise, Los liberales y la Regeneración educativa, En Coordinadora de Historia, fascículo 12, La Razón, 1999: 7.

[4] Jordán, Nelson: Grupos religiosos no católicos en Santa Cruz en los años sesenta. En Investigaciones históricas sobre el Oriente boliviano. UPSA, Santa Cruz, 2003.

[5] Milanesi, J: sociología de la Religión, Central Catequística Salesiana, Madrid, 1974.

[6]  ALBÓ, Xavier y BARRIOS, Franz: “El estado del Estado”, informe de Desarrollo Humano 2006, p 38-39.

[7] Preiswerk, Matthias: Ecumenismo. Teoría, práctica y espiritualidad. ISEAT, La Paz, 2007.

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